prisionera de la ausencia


Querido Angel:

¿Cuanto hace que te fuiste? seis años, creo. Y aún brinca mi estómago aquí dentro, si te imagino regresando. En mi mente atraviesas la puerta como si en vez de años hubiesen pasado segundos. Te acabas de ir y vuelves como si nada.

Cuando tuve 30 años y podía ya contar 10 a tu lado, era incapaz de verme sin ti, de creer en un futuro ausente de tu luz, de tu energía vital, la separación no era más que una fábula, el fin no era real. Pasó el tiempo, diez años más y aún te quería ruborizada como una adolescente.

A veces estoy segura de haber escuchado tu voz en la soledad de nuestro piso, para mi, estabas en la ducha desgallitándote con canciones Frank Sinatra, desafinando como siempre, te he llegado a oir con tanta claridad, que incluso en ocasiones me extrañé al no encontrate allí. Estos arrebatos de nostalgia solo me vienen de vez en cuando, es curioso el poder que aún tiene sobre mí esa sensación de ausencia e intensa falta de ti, te reclamo y solo obtengo vacío y dolor, porque sí es doloroso, doloroso hasta el punto de que extrañarte se convierte en una herida, es algo físico y espiritual, pues mi alma también está dañada. Y las lágrimas afloran con tanta fuerza que me duelen los ojos y la garganta, el paladar y los oídos, me duelen hasta las partes de mi que no existen. Pero si recuerdo, si hago recuento, nada es peor que lo que sentí aquel día en que regresaste de alguna parte desencajado, con la tez gris de tristeza y miedo. Temía tanto saber qué te ocurría, por eso te zarandeaba así, quería y no quería saber, con angustia, con intranquilidad. ¡Qué puto cáncer se va a llevar de mi lado a la persona que yo más amo en el mundo!, te dije yo, pero tú no contestabas, no lo hiciste en ese momento ni después de varias horas, pues solo había lugar para lágrimas, solo podías tragar saliva, y suspirar preocupado. Hasta que al fin, después de reflexionar, alzaste tu mirada noble, y un millón de alfileres se clavaron en mi corazón cuando me hablaste. "no lloro porque me vaya a morir, y tenga miedo, ¿sabes?. No sé como explicarte. Lloro por lo mismo que lloras tú. Porque aunque soy creyente, no tengo la certeza de que pueda volver a verte, y eso, mi vida, me desgarra el alma." Cómo entonces no estar a tu lado aún cuando tu cabello color ceniza pereció, aún cuando el dolor no te dejaba ya quererme y solo quejarte de mi constante presencia. No desistí, ni renuncié a estar allí contigo. Y no pensé ni un momento en que quizá, si hubieras ido antes al médico, si no fueras tan cabezota y tan hombre ¡No! no, porque era mejor no derrumbarme , porque yo debía ser tu sustento, quien calmara tu dolor con palabras de ánimo y no con reproches.

No es el arrepentimiento lo que me hace recaer en la amargura, regularmente, tampoco es sentimiento de culpa, porque nunca desperdicié un momento junto a tí, cuando vivías, no lo hice porque nuestra vida en común no era forzada, no era un contrato como lo son muchos matrimonios, no era la estela que deja a su paso un amor juvenil, fue y sigue siendoo un gran amor que se multiplicó con los años a cada segundo.

Si hay correo allí dónde yo creo que estas y descubro que existe, te haré llegar esta carta para que recuerdes lo que significa para mi haberte conocido, si no, estoy segura de que ahora me escuchas.

Muñeca de tela

Sé que te duele no escuchar ni un susurro de lo que siento hacia ti. Las muñecas de tela no pueden hablar, vida mía. Siguen sentadas en su estantería, así se llenen de polvo, así quieran ser de su dueño, de nuevo, o sientan soledad en sus cuartos oscuros de ventanas que muestran un eterno invierno. Así mismo, seguirán sobre su balda, balanceando sus brazos y piernas sin vida, a la espera de ser rescatadas por alguien que las ame, un nuevo día. Desde mi sitio, a media luz, puedo ver al gato de peluche blanco y un gran espejo, sobre el tocador abandonado. Su sola presencia me hace temblar, pues temo a mi reflejo, temo ver mi piel de tela teñida de gris, y mis costuras descosidas, tengo miedo de no conservar mis trenzas de lana, de haber sido desechada, y no seguir siendo tuya, mañana.